Cuando conocí a Pedro me llamó la atención su madurez, su
capacidad de reacción y sus respuestas adultas. Una personalidad que, en
definitiva, parecía haberse quedado atrapada por error en el cuerpo de un niño
durante el reparto de la sensatez. Me atrapó. Y me siguió atrapando a medida
que lo iba conociendo a él y a su encantadora familia, de la que me tomo la
libertad de considerarlos ya amigos. ¡Un placer!
©Almudena Quesada. Todos los derechos reservados