Así es, los chiquillos se nos hacen mayores. Y no sólo a sus
padres, a mí también, porque resulta que cuando compartes horas de tu tiempo
con una familia (como en este caso, una familia a la que por muchas razones no
hay miembro que no aprecie), terminan siendo también un poco parte de tu
círculo de apego. Y eso me pasa a mi con Paula, a la que el año que ha pasado
desde que le hicimos sus “super fotos de comunión” (así las llama ella, no es
pa comérsela?) hasta ahora, le ha traído un buen estirón y una buena dosis de
madurez. Yo la veo super guapa y super mayor pero claro, ¿qué voy a decir yo?
Con permiso de su santa madre, ;)